AUTONOMIA REGIONAL
Por: ANGEL ALIRIO MORENO MATEUS
Desde la sola lectura al primer
artículo de la carta política colombiana, entendemos el espíritu de los
constituyentes que como delegatarios; de quienes el 9 de diciembre de 1990,
teníamos mayoría de edad, actuaron, interpretando el querer de la Nación, para
definir un nuevo contrato social que pusiera fin al desasosiego colectivo. “Colombia es un Estado social de derecho,
organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus
entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el
respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas
que la integran y en la prevalencia del interés general”
Dos décadas después; nos
preguntamos: ¿Se cumple el primer artículo de la Constitución Política de
Colombia? La respuesta es sencilla. Nuestro país avanza en un retroceso
constitucional y en la construcción de una arquitectura centralista que poco a
poco y día tras día, ahoga fiscal y políticamente a los departamentos y a sus
municipios. Con la excusa de combatir la imperante corrupción administrativa;
la que realmente existe, el Estado centralizador, le desmonta los derechos
constitucionales a las regiones y concentra el recaudo, la destinación y la
redistribución de los recursos, estructurando una maquinaria burocrática, que
finalmente centralizará, no solo lo fiscal y político, sino también su propia
corrupción.
Podríamos decir, que el espíritu
constitucional colombiano, ha sido sustituido en cuanto a la forma de
organización republicana y que desde su primer artículo, la Constitución ha
sido agredida por varios de los actores legales que desde las ramas del poder
público le lanzan toda clase de misiles. Para la muestra este botón: Además del
desmonte de la autonomía de sus entidades territoriales, tenemos que la
democracia participativa y el pluralismo, se están tornando en letra muerta.
El cerco de la unidad nacional
como modelo del neobipartidismo, tiende a ahogar a las organizaciones partidarias
como la U , Cambio Radical y al Partido Verde, que se mueven como en una
maquina centrifuga por dentro de ella y al Polo, al PIN y al MIRA en sus
propias maquinas centrípetas, en una tormenta mediática constante contra el
pluralismo partidario; sumándole, que la democracia interna de las dos
maquinarias “ideológicas” históricas, es escasa. No se sabe, no se ve alternativa. Si no fortalecemos la autonomía regional, si
no se democratizan vigorosamente los partidos, estaremos asistiendo como
simples teloneros de una nueva escena de frustración nacional, apenas recibamos
el texto del acuerdo de la Habana y no avancemos en un contrato social ideal,
que nos permita no solo orientar el pos-conflicto, sino acercarnos a un Estado
que garantice la verdadera y anhelada convivencia pacífica, hoy de interés
general.